Recalce de cimentaciones y eficiencia energética en rehabilitaciones
En el contexto actual de rehabilitación de edificios, donde la eficiencia energética es una prioridad tanto por normativa como por demanda social, es fundamental prestar atención a un aspecto muchas veces ignorado en las primeras fases de planificación: la estabilidad del terreno y la cimentación del inmueble. El recalce de cimentaciones no solo es una solución técnica para estabilizar estructuras con problemas de asentamiento, sino que también puede ser un aliado estratégico en la mejora del aislamiento térmico y la durabilidad global de la reforma.
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¿Qué es el recalce de cimentaciones?
El recalce de cimentaciones es un conjunto de técnicas de refuerzo del terreno o de las propias zapatas, soleras o pilotes que sostienen un edificio. Se recurre a él cuando el suelo sobre el que se apoya el inmueble ha perdido capacidad portante o cuando las cargas estructurales han cambiado, por ejemplo, tras una ampliación o remodelación. En muchos casos, se ejecuta recalce con micropilotes, inyecciones de resinas expansivas o cimentaciones suplementarias.
Este tipo de intervención suele asociarse con patologías estructurales —como grietas, inclinaciones o hundimientos—, pero su papel en una rehabilitación va mucho más allá de la mera reparación.
El impacto del recalce en la eficiencia energética
Una cimentación estable es la base de cualquier edificio energéticamente eficiente. Cuando existen movimientos o asentamientos diferenciales en la estructura, se generan fisuras en cerramientos, encuentros mal sellados entre forjados y muros, y pérdida de estanqueidad en la envolvente térmica. Estos defectos, aunque inicialmente invisibles a simple vista, provocan filtraciones de aire, humedad y, en consecuencia, un aumento en las necesidades de climatización del inmueble.
Al realizar un recalce de cimentaciones en el marco de una rehabilitación energética, se garantiza que las mejoras constructivas —como el aislamiento de fachadas o suelos, la sustitución de ventanas o la instalación de sistemas pasivos— se mantendrán funcionales a largo plazo. Además, se reducen los riesgos de aparición de condensaciones intersticiales y moho, problemas directamente vinculados con la salubridad y el confort térmico.
Un paso previo imprescindible en reformas integrales
En edificios antiguos o con un historial de patologías estructurales, no se puede hablar de reforma eficiente sin haber evaluado previamente la estabilidad del terreno y de la cimentación. Invertir en un estudio geotécnico y, si es necesario, en un recalce, permite planificar una intervención más coherente, evitando sobrecostes posteriores y asegurando el retorno de la inversión en eficiencia energética.
Por ejemplo, si se va a instalar un sistema de suelo radiante o aislamiento térmico en el forjado inferior, es fundamental que no existan movimientos que comprometan la planimetría del suelo o que generen fisuras que debiliten el aislamiento.
Más durabilidad, menos mantenimiento
Una rehabilitación eficiente no solo debe reducir el consumo energético, sino también minimizar las necesidades de mantenimiento. Los edificios con cimentaciones consolidadas sufren menos movimientos estructurales, lo que se traduce en una mayor durabilidad de los acabados interiores y exteriores, una mejor conservación de las instalaciones y una menor necesidad de intervenciones correctivas en el futuro. Además, desde un punto de vista económico, estabilizar la estructura mejora el valor patrimonial del edificio y reduce el riesgo de litigios derivados de vicios ocultos o problemas posteriores a la reforma.




